miércoles, 30 de diciembre de 2015

domingo, 20 de diciembre de 2015

Rap: proyectos para 2016



Hace mucho, mucho tiempo, mi amiga Xo me dijo que por qué no organizaba un taller de escritura en el que hicieramos rap. Entonces no me atreví porque no estaba capacitado y ahora sigo sin estarlo, pero con el paso de los años le he ido cogiendo el gusto a este tipo de música. Por qué no, para abrir boca, antes de meternos con bases y demás, intentamos cambiar la letra de esta canción de Los chikos del maiz que se llama "Defensa de la alegría". Os propongo en primer lugar ver el vídeo hasta el final porque incluye un fragmento de la "Defensa de la alegría" de Mario Benedetti recitada por é mismo y luego, manteniendo el estribillo, hacer una estrofa a vuestro gusto. Os copio la letra íntegra para que veaís cómo va la cosa:

[Estribillo]
No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
porqué esta es la hora y el mejor momento,
porqué no estás sola, porque somos cientos.

[Tony]
Y defender la alegría como una trinchera,
defenderla del escándalo y la rutina,
de la miseria y los miserables,
de las ausencias transitorias y las definitivas.

Y defendamos la alegría porque el día a día es ruina,
pero nuestra sonrisa no la doma el poder.
Y defender la valentía de creer en utopías,
porque con alegrías solo se puede vencer.

Defender la de esa familia palestina,
que duermen todos en la misma habitación,
por si a la noche cae una bomba y todo termina,
no quede nadie vivo con el peso del dolor,

Y ese niño palestino solo quiere jugar,
ir al cole, estudiar, ser libre para soñar
solo quiere ser un niño normal
y no conocer los miedos de un adulto antes de ser su edad.

Y defendamos la alegría de ese nieto,
que busca bajo el suelo los restos de dignidad,
de ese abuelo que el fascismo hizo preso
y fue fusilado al alba mientras gritaba 'no pasaran'.

Y defendemos la alegría a pesar
de que los asesinos hoy gobiernan el estado,
y que ganaron la guerra ellos nos dirán
pero humanamente quizá nosotros hayamos ganado

[Estribillo]
No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
porqué esta es la hora y el mejor momento,
porqué no estás sola, porque somos cientos.

[Tony]
Y defender la alegría como una bandera
que no te hace prisionera, que no cree en dioses ni fronteras,
defendamos perseguir nuestras quimeras
porque hacen falta locos, hacen falta majaderas.

Y defendamos la alegría como un derecho,
como el derecho a pan, a trabajo y a techo,
como un derecho que nos niegan
pero si no llega iremos con todas nuestras fuerzas a cogerlo.

Y defendamos la alegría del que sube andamios,
y a los cincuenta ya no puede casi andar.
Y defendamos la alegría del minero
que se juega la vida por llevar a casa pan.

Y defendamos la alegría de esa camarera
que aguanta abusos de su jefe y de clientes,
con dolores de tobillos y cadera
pero por su familia lo hace siempre sonriente.

Y defendamos la alegría de ese preso,
que por su ideología le niegan la libertad,
pero no hay muros altos ni barrotes gruesos
que a las voces discordantes logren poder acallar.

Y defendamos la alegría de la clase trabajadora,
que a pesar de todo en pie resiste,
y no desiste al quedar muchas conquistas
y somos realistas y exigimos lo imposible

[Estribillo]
No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.

No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
porqué esta es la hora y el mejor momento,
porqué no estás sola, porque somos cientos.


[Y ahora nosotros. Ah, no os he dicho, pero la gracia estaría más que en escribirlo, en cantarlo. A disfrutar...]
Y defender la alegría como nuestro paisaje
que no te exige nada, que no te amenaza por la espalda,
defendamos perseguir tan sólo la belleza
porque hacen falta niños, no hacen falta más certezas.

Y defendamos la alegría como un...
 


viernes, 11 de diciembre de 2015

Me acuerdo...


Joe Brainard fue un artista muy interesante y, como mucha gente interesante de su época, murió de SIDA. Quizá os hayáis olvidado, pero me acuerdo cuando el SIDA era una epidemia desconocida que aterrorizaba al mundo mientras había gente que se creía a salvo porque no eran yonkis ni homosexuales.
De toda su obra hoy vamos a pararnos en el rinconcito más famoso, su libro I remember, publicado en 1970, aunque a España llegó en 2009 (no dejéis de leer la reseña completa del Babelia a la que dirige este enlace y en la que se basa este ejercicio).
La traducción es "Me acuerdo". Éstos son unos ejemplos de Brainard:


Me acuerdo de esas veces en que no sabes si estás muy feliz o muy triste.
Me acuerdo de arrepentirme de no haber hecho cosas.
Me acuerdo de desear haber sabido antes lo que sé ahora.
Me acuerdo de las amapolas rojas silvestres de Italia.
Me acuerdo de los días lluviosos a través de la ventana.
Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Monroe en 'Vidas rebeldes'.
Me acuerdo de los sonidos de las retransmisiones de béisbol que llegaban desde el garaje los sábados por la tarde.
Me acuerdo de los pueblos vacíos. De las lunas tintadas de verde. Y de los carteles de neón justo cuando se apagan.


Después, otros autores han utilizado la fórmula para escribir unas memorias. Las más famosas son las de Marcelo Mastroianni (Mi ricordo) y Georges Perec (Je me souviens). A continuación os copio unos ejemplos de nuestro querido Perec:


Me acuerdo de que el día después de la muerte de Gide, Mauriac recibió este telegrama: 'El infierno no existe. Suéltate el pelo. Stop. Gide'.
Me acuerdo de Mayo del 68.
Me acuerdo de que en septiembre en París, después de la guerra, había muchas más avispas que ahora.
Me acuerdo de que mi tío tenía un 11 CV con matrícula 7070 RL2.
Me acuerdo de 'De aquí a la eternidad'.


Al final de su libro, Perec deja unas hojas en blanco para que los lectores se animen y escriban sus "Me acuerdo". Yo os dejo en los comentarios todos los huecos que podáis rellenar y para los twiteros, podéis utiliar la etiqueta #meacuerdo:

(Julio de 2016. Acabo de ver esta entrada con el mismo esquema).

viernes, 4 de diciembre de 2015

Es muy difícil, el amor



He vuelto a ver El lado oscuro del corazón. Os la recomiendo de principio a fin. La película está llena de momentos memorables. Por ejemplo:

La escena inicial con el poema de Girondo levemente modificado que termina así:
"... pero eso sí, y en eso soy irreductible, no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo." Y la famosa palanquita para evitar malentendidos.

Benedetti declamando en alemán su Corazón coraza a la chica del Cabaret.

Y la del vídeo de arriba, en la que el protagonista se toma un café con su ex. Parece que se basa en un poema de Oliverio Girondo tal como cuentan en esta web, pero no estoy seguro porque no he encontrado otra referencia. Si alguien lo sabe que nos cuente, pero de momento escuchemos:


Es muy difícil, el amor. Cómo amar sin poseer. Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire.

Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida, cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio. 

Casi siempre el error que cometemos es pensar sólo en lo que nos pasa a nosotros. Nos parece tan importante eso que sentimos, que nada de lo del otro puede ser tan importante como eso que sentimos. Y esa contradicción suele ser trágica.

Es el error más común que cometemos todos: querer que el otro sea como queremos que sea y no como es y cuando nos damos cuenta del error a veces es demasiado tarde.

                                                                                                                  

El ejercicio de hoy... ¿De verdad queréis que os lo proponga yo? Es muy difícil.



lunes, 30 de noviembre de 2015

Poema del mes II


Roma


la primera vez fueron unos spaghettini aglio e olio
puros
sin mucha sustancia
pero llenos de sabor
de olor
que no nos pudimos quitar de la cabeza

la segunda vez nos curramos unos fettuccine alle vongole
sabían a mar
nosotros fuimos aprendiendo

el día que hicimos unos penne all’arrabbiata
nos dimos cuenta de que aquello era irreversible

en la estabilidad nos dio por la sofisticación
rigatoni ai forno ai porcini
con hongos deliciosos que nos alucinaron
raviolini di pesce al sugo de gamberini
de chuparse los dedos
y chuparnos enteros
fusilli ai carciofi
como si tuviéramos un huerto

la ciudad se abrió para nosotros
y no cerró durante un año
los bucatini eran nuestro refugio privado
alla sorrentina
alla’amatriciana
con cualquier salsa

después
tristemente
vino la rutina
spaghetti alla carbonara
nutritivos, sabrosos, como siempre
fettuccine al pomodoro
hechos sin ganas
linguine al tonno
con atún de lata

lo intentamos con un rotolo de pasta
que estaba bueno también para después
y también hicimos con esfuerzo
unos tortellini alla panna
pero algo se rompió

la última vez compartimos unos spaghettini alle erbe
nos recordaron a los primeros
tú estabas triste
yo dejaba la ciudad
y quería llorar
miré hacia atrás
y vi un cartel que anunciaba su nombre
no tu nombre
Roma
pero lo vi al revés
amor





jueves, 26 de noviembre de 2015

100 metamorfosis y más


Hoy en El País publican unas ilustraciones de la nueva traducción de La metamorfosis para conmemorar los 100 años de la obra. César Aira es el autor y ha elegido como título el habitual, La metamorfosis. La otra opción es "La transformación", aunque la difusión de ésta ha sido menor. Jordi Jovet es el padrino de esta última opción en España y podéis ver sus argumentos en el anterior enlace. Jovet resume el argumento de la obra con esta sencillez: 

Porque ese monstruo es humano: es el hijo de una familia burguesa convertido en coleóptero para señalar la distancia abismal que lo separa del resto de su familia. Es, en suma, un escritor de carne y hueso condenado a desaparecer a causa del contexto burocrático y comercial que lo rodea.

O sea, que Kafka, si quería haberlo dicho más claro, podía haber comenzado el libro así:

#1
Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró en la cama transformado en un insecto monstruoso. Fue como descubrir por fin y de un golpe que no debemos hacernos ilusiones, que sólo hay dos posibilidades, abrir los ojos o no abrirlos. El que los abre se convierte en un coleóptero, en un ser extraño para los demás, que ya no puede vivir como antes, que poco a poco se aleja de su familia, de su barrio, de su ciudad y un día se despierta perteneciendo una especie distinta.

También podría haber empezado así:

#2
Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, tras muchas décadas, Franz Kafka se despertó y Max Brod todavía no había quemado sus manuscritos.

Y nada, el juego de hoy es empezarla de nuevo una y cien veces. Animaos:

#3
Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa...


domingo, 22 de noviembre de 2015

Aforismos sobre la creatividad


A los creadores se les reconoce en los pequeños detalles (ver foto). Ni siquiera pueden comer como los demás.

Jorge Wasenberg reunió hace un año un montón de aforismos sobre la creatividad y Joaquín me mandó el enlace.

Algunos de ellos son:
  • El revoltillo lo inventó un genio aturdido por el fracaso de una tortilla.
  • La frase "nunca hay nada nuevo bajo el sol" nunca debió fugarse del Eclesiastés porque, hoy lo sabemos, el sol ya no es lo que fue ni es aún lo que llegará a ser.
  • El humano es un animal creador: su mente se desequilibra positivamente para crear y, si no lo consigue, se desequilibra negativamente para vivir.
  • Crear es la mejor estrategia para sobrevivir en un mundo cambiante.
  • Hay dos clases de innovación: una horizontal que consiste en cambiar de respuesta (evolución) y otra vertical que consiste en cambiar de pregunta (revolución).
  • Una idea inspirando a otras ideas se llama intuición, una idea bloqueando otras ideas se llama folclore.
  • Autoestima versus creatividad: el acierto halaga, pero adormece; el error hiere, pero despierta.
  • En la frontera se cree peor y se crea mejor.
Pero hay mucha más gente que ha opinado sobre el tema:

E. E. Cummings: "Destruir es siempre el primer paso antes de cualquier creación."

Edith Wharton: "La verdadera originalidad no busca una nueva forma, sino una nueva visión."

Fernando Pessoa: "Ninguna idea inteligente puede encontrar la aceptación general si no se mezcla algo de estupidez en ella."

George Bernard Shaw: "Las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros, pero no pican a todos."
Gustav Mahler: "No me dejo llevar por mis propias ideas: abandono diecinueve de cada veinte todos los días."
Henri Bergson: "Donde hay felicidad, hay creación. Cuanto más rica es la creación, más profunda es la felicidad."

John Steinbeck: "Las ideas son como los conejos: tienes un par y cuando te descuidas ya tienes una docena."

M. C. Escher: "Sólo quienes intentan lo absurdo conseguirán lo imposible."

Julia Cameron: "El proceso de creativo es un proceso de entrega y no de control.

Marc Chagall: "Si creo desde el corazón, casi todo funciona, si lo hago desde la cabeza, casi nada."

Orson Scott Card: "El aislamiento es el contexto idóneo para la creatividad."

Oscar Wilde: "Una idea que no es peligrosa no es digna de llamarse idea."

Pablo Picasso: "El principal enemigo de la creatividad es el buen juicio."


¿Por qué no ponéis la vuestra en los comentarios?
También podéis empezar como alguna de las frases anteriores y terminarla a vuestro gusto. Ya sabéis, las ideas son como los conejos, mucha piel y poca chicha.

viernes, 13 de noviembre de 2015

El poeta se vuelve líquido



Cuando el mundo deja de ser sólido, ya no hay vuelta atrás. 
De los mundos líquidos posibles, Li Po eligió el mundo líquido del alcohol, que es el más volátil.
Ya nada dura en este mundo VUCA que les ha tocado en suerte a nuestros hijos:
Volatility, Uncertainty, Compexity, Ambiguity.
Al menos será bueno para la poesía,
pero no creo que sea bueno para el poeta
o al menos
no para su cuerpo mortal.


BEBIENDO SOLO A LA LUZ DE LA LUNA

Rodeado de flores, libo solo,
ante un jarro de vino.
Alzando la copa, convido a la luna.
Con mi sombra, somos tres.

Aunque la luna no puede beber,
y mi sombra en vano me sigue,
las tomo por compañeras transitorias.
¡Divirtámonos antes de que pase la primavera!

Canto, mientras la luna pasea.
Bailo, mientras mi sombra vacila.
Antes de mi embriaguez nos solazamos juntos.
Cuando estoy ebrio, se deshace nuestra compañía.
¡Oh luna! ¡Oh sombra! Seréis mis inmortales amigas.
Ya nos reuniremos algún día
en el cristalino mundo de las estrellas.

                                                   Li Po (701-762)


El ejercicio de hoy es que habléis de poesía y de realidad, de poetas chinos y no chinos, de mundos sólidos y de mundos líquidos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

El amor según Magritte



René Magritte pintó este cuadro en 1928, años después de que su madre se suicidara tirándose en el río Sambre cuando él era un niño de 13 años. Las interpretaciones del cuadro son diversas, pero nos dan un poco igual. Su título es "Los amantes" y no creo que haga falta que nadie nos cuente su significado.

Miro el cuadro y me deja sin palabras, pero el ejercicio es que hablemos del amor y de sus puntos ciegos o de nuestros puntos ciegos ante él. Tranquilos. Os dejo tiempo y espacio infinitos en los comentarios, al menos para la escala humana.

Para empezar nos valdría por ejemplo aquella línea de Sabina: "Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño".


viernes, 30 de octubre de 2015

Poema del mes I


Este curso en el Club de Escritura vamos a tener un espacio mensual para poemas inéditos. Yo colgaré uno y os dejo espacio en los comentarios para los vuestros. Inaugurado queda.

El otro día, en casa de una amiga encontré algo precioso. Llamadme nostálgico, pero ocho vinilos de Queen me parecen un gran tesoro, y entonces me acordé de esta historia:


The show just goes on

invariablemente
cuando alguien muere decimos
en algún momento
antes o después del velatorio:

esa canción de Queen
me recuerda el año largo que estuvo
dando vueltas en el cassette de mi coche

la cinta era pirata
me la había grabado Óscar
y durante años no le había hecho caso
después empecé a trabajar en Alcalá
y llegó a la guantera
la ponía
y ponía otras
un día, un coche atropelló a Laura
y la mató
trabajábamos juntos

de nada sirvió que se casara unos días antes
y que yo fuera a su boda

en el velatorio la madre del novio me dijo
menos mal que se habían casado
así por lo menos a mi hijo le queda una pensión
y puede pagar la casa
yo pensé en mis hijos
y al poco también me casé
como quien firma un seguro
aunque la fiesta fue la bomba

no recuerdo si alguien dijo
The show must go on
pero yo me monté en mi coche
y sonó la canción

la entendí por primera vez

sonó muchas veces
muchísimas veces
Freddie
antes de empezar
a unas semanas de morirse
se tomaba siempre un trago de vodka
y arrancaba como si nunca fuera a morir
hasta llegar al estribillo:

The show must go on

Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on

a fuerza de darle vueltas al disco
Greatest Hits II
caí en la cuenta de que entendía mucho inglés

repetía estrofas enteras sin haberlas leído
llegué a encontrar un mensaje en aquellas canciones
que en mi cabeza se ordenaban:

I want it all
Under pressure
One vision
It´s a hard life
I’m going slightly mad
I want to break free
Breakthrough
Headlong
Hammer to fall
The miracle
Who wants to live forever
The show must go on
Friends will be friends

al principio no hice mucho caso
años después sí
y escuché

muchas veces me daba por llorar
yo solo
en mi viejo Ibiza blanco
que chupaba más gasofa que un tractor
solo
cantando a toda voz con Freddie
sin llegar nunca
sin flaquear
una vez salió ardiendo en una gasolinera
y por eso mi hermana
sensatamente
lo repudió
la verdad es que mi padre y yo
habíamos cambiado el manguito de la gasolina
y no lo hicimos bien
casí la liamos

en ese coche desahuciado que yo me quedé
escuchaba
Who wants to live forever
¿Quién quiere vivir para siempre?
y yo me respondía
si no quieres vivir para siempre
es que no quieres vivir

yo quería vivir
con la presión que fuera
y lo quería todo
y lo quería todo ya
tenía una visión
pero seguía sin escuchar
y esperaba un milagro
que sólo llegaría
cuando me volviera un poco loco
me parase
y lo trajera de las orejas

no me gusta oír eso

The show must go on

el espectáculo no tiene que continuar
el espectáculo continúa
y punto
the show just goes on
lo único que importa
es sí es tu show
o si tienes que inventar otro

hoy
conservo la cinta de Queen
el coche no
aún aguantó un tiempo
y cuando se fue al desguace
la canción de Queen volvió a casa

ya no había cassettes en los coches

lunes, 19 de octubre de 2015

El éxito



Malcolm Lowry abre el libro de Los escritores suicidas. Podéis leer su capítulo en Amazon.
Después de sus peripecias hasta conseguir que alguien publicara Bajo el volcán tal como él lo había concebido, llegó el éxito y no parece que fuera algo bueno.

Lowry escribió este poema al respecto:


Tras la publicación de Bajo el volcán

El éxito es como un terrible desastre
peor que tu casa ardiendo, los ruidos del derribo
cuando las vigas caen cada vez más deprisa
mientras tú sigues allí, testigo desesperado de tu condenación.

La fama como un borracho consume la casa del alma
revelando que sólo has trabajado para eso
¡Ah!, si yo no hubiese sufrido su traidor beso
y hubiese permanecido en la oscuridad para siempre, hundido y fracasado.


Morir de éxito es algo más que un tópico. Todos hemos tenido éxito en algo y sabemos las consecuencias que puede tener, algunas de ellas inesperadas o indeseables. Podéis contarnos en los comentarios.

viernes, 9 de octubre de 2015

Sobre tumbas y héroes y demás


¿Dónde «descansan» los escritores más grandes de la literatura universal?
                                                                                (Foto ABC)

El otro día estuve en la tumba de Machado. Me refiero a Antonio. Machado, si no digo más, sólo puede ser Antonio, aunque mucho tiempo atrás se bromeara con que Antonio era en realidad el hermano de Manuel. En otra ocasión os hablo de ese peregrinaje a Collioure tantas veces pospuesto.
Hoy os traigo un texto de Zweig en el que habla de la tumba de Tolstoi (que es la que se puede ver en la imagen, aunque en invierno es un poco distinta):

No he visto en Rusia nada más grandioso e impresionante que la tumba de Tolstoi. Ese augusto monumento, venerable centro de peregrinación de las generaciones futuras, queda desplazado y solo, sombreado en el bosque. Un sendero estrecho, que discurre sin aparente plan entre claros y maleza, conduce a este túmulo, que no es otra cosa que un pequeño rectángulo amontonado de tierra, que nadie vigila ni ampara, a la sombra única de unos pocos grandes árboles. Y esos árboles descollantes, mecidos suavemente por el viento del temprano otoño, fueron plantados por el mismo León Tolstoi, según me refiere su nieta. Su hermano Nicolás y él habían oído, cuando niños, de boca de alguna ama o aldeana, la antigua conseja de que allí donde se plantan árboles se constituye un lugar de felicidad. Y por eso, jugando, habían hincado por las buenas en la tierra unos cuantos renuevos en determinados lugares y no habían tardado en olvidar este juego de niños. Sólo al cabo de mucho tiempo se acordó Tolstoi de aquella anécdota infantil y del extraño augurio de felicidad, que se presentó de repente al hombre fatigado de la vida como provisto de un significado nuevo y más bello. E inmediatamente expresó su deseo de ser enterrado bajo aquellos árboles plantados por él mismo.
Se cumplió puntualmente esta voluntad de Tolstoi, y aquel lugar pasó a ser la tumba más bella, impresionante y triunfal del mundo. Un pequeño túmulo rectangular en medio del bosque, recubierto de flores –nulla crux, nulla corona–, sin cruz, ni lápida, ni inscripción, y ni siquiera el nombre: “Tolstoi”. El gran hombre está enterrado en el anonimato; el que sufría como ninguno bajo el peso de su nombre y fama, enterrado como cualquier vagabundo hallado por casualidad. A nadie se impide el acceso a su último lugar de descanso; la débil cerca que lo rodea no está cerrada: nada protege el descanso de León Tolstoi sino el respeto de los hombres, que, en otros casos, se complacen en turbar con su curiosidad las tumbas de los grandes. Pero aquí justamente la irrefutable sencillez proscribe la desatada curiosidad e impone hablar en voz baja. El viento susurra en los árboles que cobijan la tumba del anónimo; el sol juguetea sobre ella; la nieve pone en invierno su tierna nota de blancor sobre la tierra oscura, y se podría transitar por aquí, verano e invierno, sin advertir que ese pequeño rectángulo prominente acogió en su seno la parte terrena de uno de los hombres más poderosos de nuestro mundo. Mas precisamente ese anonimato conmueve más que todos los mármoles y pompas posibles: de los centenares de personas de hoy, este día excepcional, ha atraído hacia su rincón de descanso, ninguno ha tenido el atrevimiento de tomar como recuerdo ni una sola flor del oscuro túmulo. Nada de este mundo resulta más monumental –eso se experimenta de continuo– que la suprema sencillez. Ni la cripta de Napoleón bajo los mármoles de los Inválidos, ni el sepulcro de Goethe en la tumba principesca de Weimar, ni el sarcófago de Shakespeare en la abadía de Westminster impresionan a su vista una y otra vez las fibras más humanas del hombre como esa conmovedora tumba anónima perdida en el bosque, con su solemne silencio, en la que sólo susurra el viento y que está desprovista de todo aviso y palabra.
                                   
                                       (Texto de Stefan Zweig, Hombre, libros y ciudades, tomado de calledelorco.com)

La escena de Camus ante la tumba de su padre que había muerto con menos edad que la que él tenía la primera vez que visitó su tumba es insuperable, pero siempre se puede igualar. El ejercicio de hoy consiste en que os plantéis ante la tumba de alguien y escribáis algo. Vale cualquiera, un escritor famoso, Jim Morrison, o un amigo que se fue.


domingo, 27 de septiembre de 2015

La amistad



Cuando era un chaval era fan absoluto de Hermann Hesse. Debía tener 16 ó 17 años cuando leí Siddharta y después ya no paré: Demian y El lobo estepario, alguno más que no recuerdo, y para rematar, en un ataque de furia de estudiante leí enterita la traducción al inglés de El juego de los abalorios, todo sea dicho, sin terminar de entender bien de qué iba. Vaya, hasta recuerdo el título en inglés sin pensarlo, pero aquello fue un error.

A pesar de aquel error mío, os tengo que decir que Hesse es maravilloso y pude confirmarlo hace un par de años cuando releí Siddharta. Sigue siendo lo mejor.
Supongo que la solución no es marcharse de la casa del padre y no volver, pero con Siddharta se vive mucho y se aprende mucho y sobre todo, uno se queda con la certeza de que siempre va a tener todo que aprender.

Ahora estoy leyendo la biografía de Hesse que escribió su amigo Hugo Ball cuando Hesse tenía 50 años. Es muy interesante, pero lo que me ha llamado más la atención es la amistad que existió entre Hesse y Stefan Zweig a lo largo de 35 años. De este hecho aparentemente sin importancia queda parte de la correspondencia que se ha publicado en España hace poco.
Su relación comienza con esta carta que escribe Hesse a Zweig desde Basilea en enero de 1903:

Muy estimado señor:

¡No se asuste usted porque, ahora, de repente, le aborde con un saludo y una petición! Adjunto a esta carta encontrará usted mi librito Gedichte [Poemas], que contiene, entre otras cosas, una traducción de Verlaine. Si algo en este libro resultara de su agrado, le ruego encarecidamente que me regale en reciprocidad su libro sobre Verlaine (los poemas suyos ya los tengo). Me haría muy feliz poseer ese hermoso volumen con una línea de dedicatoria escrita de su puño y letra.
Me proporcionará usted una alegría enorme. Soy ridículamente pauvre y me veo obligado a ir mendigando mis contentos acá o acullá. En esa empresa, sin embargo, he encontrado siempre, por azar, muchos amigos queridos, como su compatriota Schaukal, por ejemplo. ¿Tendré la misma suerte con usted?
¿O no?
Le saluda afectuosamente, su devoto servidor,


Hermann Hesse


Las primeras páginas del libro las tenéis aquí.


La amistad es algo importante, muy importante. Querer a alguien y sentirse querido y comprendido por él durante décadas es algo que da valor a la propia vida. Y esto es algo muy necesario, sobre todo para personas cuya profesión es de riesgo en lo que respecta a su salud mental. Hesse y Zweig, por ejemplo, abogaron siempre por la hermandad de los pueblos y los hombres, una idea no muy popular en la Europa de pricipios del siglo XX.

Al menos ellos consiguieron mantener su amistad y establecer una hermandad que no se agotó, aunque el mundo se hundiera como atestigua esta frase que es la última que escribió Hesse a Zweig:

"En ocasiones la amargura nos impregna como el agua a la esponja"


El ejercicio de hoy es que escribáis algo sobre la amistad o sobre Hesse. Tema abierto, como veis.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Todo y/o nada

hierro1g.jpg

José Hierro pasó literalmente años en un bar que había cerca de su casa. Allí leía y allí escribía y cuando murió, según cuenta Jesús Marchamalo, pusieron una placa que dice "Aquí escribe sus poema José Hierro". Así es la vida, o te ponen una placa o no te la ponen, o te quieren o no te quieren. A veces hay que elegir y elegir quedarse es todo y no elegirlo es nada. La ausencia palpable de universos paralelos es trágica y nos tenemos que quedar con todo o con nada y eso duele, a veces para siempre. Pero no quiero meterme también en el pantano del siempre/nunca. Volvamos al tema de hoy con un poema de José Hierro:

Vida

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.


El ejercicio que os propongo es escribir algo donde digáis muchas veces "todo" y/o "nada" y si puede ser que encontréis alguna solución.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Mendel el de los libros



La ocupación oficial de Jakob Mendel era la de vendedor ambulante, pero en realidad, como no pudo montar un negocio de compra-venta de libros por sus escasos recursos, simplemente se acogió a ese supuesto. Mendel lo sabía todo de los libros y a él acudían en busca de consejo y de ejemplares estudiantes, bibliófilos y coleccionistas de todo el país. Por desgracia, Mendel fue víctima del deterioro moral que determina una guerra y del aislamiento que supone para los que no creen en la violencia. Además, el problema más grave era que Mendel sólo tenía ojos para los libros, “fuera de sus libros nada le alegraba ni le preocupaba” y ya se sabe que en una guerra lo primero que se pone en cuarentena para luego quemarlo es el derecho de reunión, los libros y la ética.

No os cuento más y os recuerdo que no hay peor spoiler que el que anuncia que es un spoiler, porque si no lo adviertes, puedes colar lo que sea, que uno luego se olvida o no le da importancia. Por las dudas, la historia completa de Mendel está aquí. Os la leería, porque la voz mecánica es incómoda, pero es mucho trabajo y ya quiero pasar a otro libro.

De todos modos, dentro de las posibles respuestas a la última propuesta del blog, Por eso escribo, está esta frase del libro:

"los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido."

Tal vez sea muy ambicioso.

Os quiero pedir un favor. Ya que ha pasado mucho tiempo y no puedo consultar a Mendel acerca de los libros de su creador, me gustaría que vosotros me contarais cosas de los libros de Stefan Zweig. Os podría contar que es para un amigo, pero es para mí.

Gracias.

lunes, 24 de agosto de 2015

Por eso escribo



Los motivos son muy importantes y yo os voy a contar por qué escribo.

Me lo pienso y os lo cuelgo aquí:

Septiembre de 2015: digamos que escribo porque me hace sentir vivo todo el proceso de leer, anotar ideas sueltas, mirar, preguntar, hablar, vivir, amar, sufrir, encerrarme solo en algún recoveco de la vida y contarlo.






Os dejo vuestro hueco también en los comentarios.
Si no se os ocurre nada, escuchad el vídeo de mentenguerra otra vez.

lunes, 17 de agosto de 2015

Momentos estelares de la humanidad


Mi cronista favorito de momentos estelares de la humanidad es Galeano, sobre todo desde su Memoria del fuego, pero Stefan Zweig tampoco está mal, aunque su estilo es muy distinto. Zweig, novelista apasionado por los personajes y sus sentimientos, se extiende más que en los relatos de Galeano, que son casi microrrelatos de un periodista lúcido con ganas de abarcarlo todo. De hecho, cuando una de las "miniaturas" de Zweig crecía mucho, acababa como pieza independiente, como ocurrió con su Magallanes.

La segunda historia que cuenta Zweig en su obra es la caída de Bizancio con Constantino luchando como uno más por defender la ciudad. El momento cumbre es éste:


Kerkaporta, la puerta olvidada:
A la una de la madrugada, el sultán da la señal para comenzar el ataque. Agitando los estandartes y al grito de ¡Alá!, repetido por tres veces, cien mil hombres se lanzan con armas, escalas de cuerda y garfios contra las murallas, mientras suenan simultáneamente charangas, címbalos, y atabales, mezclando sus estridentes tonos al terrible griterío de los combatientes y al tronar de los cañones. Despiadadamente son lanzadas de momento contra los muros las tropas bisoñas, los bachibozucos, cuyos cuerpos semidesnudos, según los planes del sultán, han de servir, hasta cierto punto, de víctimas propiciatorias, sin otro objeto que el de cansar y debilitar las fuerzas del enemigo antes de que las tropas escogidas entren en acción para el asalto definitivo. Con centenares de escalas corren en la oscuridad estos soldados adelantados, suben por las almenas, caen rechazados por heroica defensa de los sitiados, pero vuelven a subir una y otra vez, pues saben que les está cortada la retirada: tras ellos, que sólo son deleznable material humano, destinado al sacrificio, van las tropas escogidas, encargadas de empujarlos hacia una muerte casi segura. Los sitiados siguen todavía resistiendo, pues las incontables flechas y piedras no penetran en sus cotas de malla. Pero su verdadero peligro -Mohamed lo ha calculado bien- está en el cansancio. Forzados a combatir con su pesado armamento contra las cada vez más agobiantes tropas ligeras, que saltan continuamente de un punto de ataque a otro, consumen en forma agotadora buena parte de sus fuerzas. Y cuando, al cabo de dos horas de lucha, empieza a apuntar el alba y entran en batalla los anatolios, la batalla resulta más peligrosa aún para los cristianos. Estos anatolios son guerreros disciplinados, bien adiestrados, provistos también de cotas de malla, pero, sobre todo, lo importante es que son superiores en número y que están completamente descansados, mientras los defensores tienen que atender ora un lugar, ora otro, para protegerlo contra los asaltantes. Sin embargo, los turcos son repelidos, de tal manera, que el sultán tiene que echar mano de sus últimas reservas, los jenízaros, la flor y nata de sus tropas, lo más escogido del ejército otomano. Se pone en persona a la cabeza de estos doce mil jóvenes y aguerridos soldados, los mejores que Europa conoce a la sazón, y prorrumpiendo en un solo grito se lanzan contra los exhautos adversarios. Es más que hora de que suenen las campanas de la ciudad llamando a los últimos hombres útiles o semiútiles para que acudan a las murallas, y de que los marinos salgan de sus barcos, pues ahora sí que se ha entablado la batalla decisiva. Con desesperación de los defensores, una piedra lanzada con honda hiere gravemente al caudillo de las tropas genovesas, el arrojado condotiero Giustiniani, que tiene que ser transportado a un barco. Aquella desgracia hace que se tambalee momentáneamente la energía combativa de los defensores. Pero entonces aparece el emperador, que trata de evitar que el enemigo penetre en la ciudad. Y otra vez consiguen hacerle retroceder. La decisión se enfrenta a la desesperación, y durante un instante aún parece que Bizancio se va a salvar; la más extrema desesperación ha conseguido repeler el más feroz de los ataques. Pero entonces acontece una trágica casualidad, uno de esos enigmáticos incidentes que a veces provoca la Historia en sus inescrutables resoluciones.
Ocurre algo incomprensible. Por una de las múltiples brechas de las murallas exteriores han entrado unos cuantos turcos, no lejos del lugar donde se desarrolla lo más fuerte de la lucha, y no se atreven a atacar la muralla interior. Mientras, curiosos y sin ningún plan determinado, vagan por el espacio que media entre la primera y la segunda muralla de la ciudad, descubren que una de las puertas menores del muro interno, la llamada Kerkaporta, ha quedado abierta por un incomprensible descuido. Se trata de una pequeña puerta por la cual entran los peatones en tiempos de paz durante las horas que permanecen cerradas las mayores, y precisamente porque carece de la menor importancia militar se olvidó su existencia durante la excitación general de la última hora. De momento sospechan los jenízaros que se trata de un ardid de guerra, ya que no conciben por absurdo que mientras ante cada brecha y cada puerta de la fortificación yacen amontonados millares de cadáveres, corre el aceite hirviendo y vuelan las javalinas, se les ofrezca allí libre acceso, en dominical sosiego, por esta puerta, la Kerkaporta, que conduce al corazón de la ciudad. Por lo que pudiera ocurrir, piden refuerzos, y, sin hallar ninguna resistencia, la tropa penetra en el interior de Bizancio, atacando por detrás a sus defensores, que jamás hubieran sospechado tamaño desastre. Unos cuantos guerreros descubren a los turcos detrás de las propias filas y de un modo aterrador surge el grito que en cualquier batalla resulta más mortífero que todos los cañones, sea o no la divulgación de un falso rumor: "¡La ciudad ha sido tomada!" Los tucos repiten aquellas terribles palabras con estentóreas voces de triunfo tras las líneas de los sitiados: "¡La ciudad está tomada!, y este grito acaba con la resistencia. Las tropas, que se creen traicionadas, abandonan sus puestos, para salvarse a tiempo acogiéndose a los barcos. Resulta inútil que Constantino, con algunos incondicionales, haga frente a los atacantes. Como otro combatiente cualquiera, cae en el fragor de la batalla, y ha de llegar el día siguiente para que, por su purpúreo calzado, que ostenta un águila de oro, se pueda reconocer entre los apilados cadáveres de los heroicos defensores de Bizancio al último emperador que honrosamente dio su vida, perdiendo al mismo tiempo con ella el Imperio Romano de Oriente. Un hecho insignificante, el que la Kerkaporta, la puerta olvidada, estuviese abierta, decidió el rumbo de la Historia.

Ahora caigo en el homenaje que le hizo Asimov a Zweig con el título de su obra Momentos estelares de la ciencia. No me había fijado hasta hace unos días y eso que la de Asimov la leí hace muchísimo, pero así es la vida, no basta con ver. También hay que mirar y pensar y a veces es necesario esperar, en ocasiones, mucho.

El ejercicio de hoy será que contéis vuestro momento estelar de la humanidad con vuestro estilo.


viernes, 7 de agosto de 2015

Momentos estelares de la ciencia


Cuando era un chaval disfruté mucho con Momentos estelares de la ciencia de Isaac Asimov. Mi admirado Asimov reune en este pequeño volumen la historia de hechos cruciales para la ciencia en capítulos encabezados por personajes como Copérnico, Galileo, William Harvey, etc. El libro empieza con el legendario Arquímedes:



Capítulo 1 
ARQUÍMEDES 

Cabría decir que hubo una vez un hombre que luchó contra todo un ejército. Los historiadores antiguos nos dicen que el hombre era un anciano, pues pasaba ya de los setenta. El ejército era el de la potencia más fuerte del mundo: la mismísima Roma. Lo cierto es que el anciano, griego por más señas, combatió durante casi tres años contra el ejército romano... y a punto estuvo de vencer: era Arquímedes de Siracusa, el científico más grande del mundo antiguo. El ejército romano conocía de sobra la reputación de Arquímedes, y éste no defraudó las previsiones. Cuenta la leyenda que, habiendo montado espejos curvos en las murallas de Siracusa (una ciudad griega en Sicilia), hizo presa el fuego en las naves romanas que la asediaban. No era brujería: era Arquímedes. Y cuentan también que en un momento dado se proyectaron hacia adelante gigantescas garras suspendidas de una viga, haciendo presa en las naves, levantándolas en vilo y volcándolas. No era magia, sino Arquímedes. Se dice que cuando los romanos —que, como dijimos, asediaban la ciudad— vieron izar sogas y maderos por encima de las murallas de Siracusa, levaron anclas y salieron de allí a toda vela. Y es que Arquímedes era diferente de los científicos y matemáticos griegos que le habían precedido, sin que por eso les neguemos a éstos un ápice de su grandeza. Arquímedes les ganaba a todos ellos en imaginación. Por poner un ejemplo: para calcular el área encerrada por ciertas curvas modificó los métodos de cómputo al uso y obtuvo un sistema parecido al cálculo integral. Y eso casi dos mil años antes de que Isaac Newton inventara el moderno cálculo diferencial. Si Arquímedes hubiese conocido los números arábigos, en lugar de tener que trabajar con los griegos, que eran mucho más incómodos, quizá habría ganado a Newton por dos mil años. Arquímedes aventajó también a sus precursores en audacia. Negó que las arenas del mar fuesen demasiado numerosas para contarlas e inventó un método para hacerlo; y no sólo las arenas, sino también los granos que harían falta para cubrir la tierra y para llenar el universo. Con ese fin inventó un nuevo modo de expresar cifras grandes; el método se parece en algunos aspectos al actual. Lo más importante es que Arquímedes hizo algo que nadie hasta entonces había hecho: aplicar la ciencia a los problemas de la vida práctica, de la vida cotidiana. Todos los matemáticos griegos anteriores a Arquímedes —Tales, Pitágoras, Eudoxo, Euclides— concibieron las matemáticas como una entidad abstracta, una manera de estudiar el orden majestuoso del universo, pero nada más; carecía de aplicaciones prácticas. Eran intelectuales exquisitos que despreciaban las aplicaciones prácticas y pensaban que esas cosas eran propias de mercaderes y esclavos. Arquímedes compartía en no pequeña medida esta actitud, pero no rehusó aplicar sus conocimientos matemáticos a problemas prácticos. Nació Arquímedes en Siracusa, Sicilia. La fecha exacta de su nacimiento es dudosa, aunque se cree que fue en el año 287 a. C. Sicilia era a la sazón territorio griego. Su padre era astrónomo y pariente de Hierón II, rey de Siracusa desde el año 270 al 216 a. C. Arquímedes estudió en Alejandría, Egipto, centro intelectual del mundo mediterráneo, regresando luego a Siracusa, donde se hizo inmortal. En Alejandría le habían enseñado que el científico está por encima de los asuntos prácticos y de los problemas cotidianos; pero eran precisamente esos problemas los que le fascinaban a Arquímedes, los que no podía apartar de su mente. Avergonzado de esta afición, se negó a llevar un registro de sus artilugios mecánicos; pero siguió construyéndolos y a ellos se debe hoy día su fama. Arquímedes había adquirido renombre mucho antes de que las naves romanas entraran en el puerto de Siracusa y el ejército romano pusiera sitio a la ciudad. Uno de sus primeros hallazgos fue el de la teoría abstracta que explica la mecánica básica de la palanca. Imaginemos una viga apoyada sobre un pivote, de manera que la longitud de la viga a un lado del fulcro sea diez veces mayor que el otro lado. Al empujar hacia abajo la viga por el brazo más largo, el extremo corto se desplaza una distancia diez veces inferior; pero, a cambio, la fuerza que empuja hacia abajo el lado largo se multiplica por diez en el extremo del brazo corto. Podría decirse que, en cierto sentido, la distancia se convierte en fuerza y viceversa. 
Arquímedes no veía límite a este intercambio que aparecía en su teoría, porque si bien era cierto que un individuo disponía sólo de un acopio restringido de fuerza, la distancia carecía de fronteras. Bastaba con fabricar una palanca suficientemente larga y tirar hacia abajo del brazo mayor a lo largo de un trecho suficiente: en el otro brazo, el más corto, podría levantarse cualquier peso. «Dadme un punto de apoyo», dijo Arquímedes, «y moveré el mundo.» El rey Hierón, creyendo que aquello era un farol, le pidió que moviera algún objeto pesado: quizá no el mundo, pero algo de bastante volumen. Arquímedes eligió una nave que había en el dique y pidió que la cargaran de pasajeros y mercancías; ni siquiera vacía podrían haberla botado gran número de hombres tirando de un sinfín de sogas. Arquímedes anudó los cabos y dispuso un sistema de poleas (una especie de palanca, pero utilizando sogas en lugar de vigas). Tiró de la soga y con una sola mano botó lentamente la nave. Hierón estaba ahora más que dispuesto a creer que su gran pariente podía mover la tierra si quería, y tenía suficiente confianza en él para plantearle problemas aparentemente imposibles. Cierto orfebre le había fabricado una corona de oro. El rey no estaba muy seguro de que el artesano hubiese obrado rectamente; podría haberse guardado parte del oro que le habían entregado y haberlo sustituido por plata o cobre. Así que Hierón encargó a Arquímedes averiguar si la corona era de oro puro, sin estropearla, se entiende. Arquímedes no sabía qué hacer. El cobre y la plata eran más ligeros que el oro. Si el orfebre hubiese añadido cualquiera de estos metales a la corona, ocuparían un espacio mayor que el de un peso equivalente de oro. Conociendo el espacio ocupado por la corona (es decir, su volumen) podría contestar a Hierón. Lo que no sabía era cómo averiguar el volumen de la corona sin transformarla en una masa compacta. Arquímedes siguió dando vueltas al problema en los baños públicos, suspirando probablemente con resignación mientras se sumergía en una tinaja llena y observaba cómo rebosaba el agua. De pronto se puso en pie como impulsado por un resorte: se había dado cuenta de que su cuerpo desplazaba agua fuera de la bañera. El volumen de agua desplazado tenía que ser igual al volumen de su cuerpo. Para averiguar el volumen de cualquier cosa bastaba con medir el volumen de agua que desplazaba. ¡En un golpe de intuición había descubierto el principio del desplazamiento! A partir de él dedujo las leyes de la flotación y de la gravedad específica. Arquímedes no pudo esperar: saltó de la bañera y, desnudo y empapado, salió a la calle y corrió a casa, gritando una y otra vez: «¡Lo encontré, lo encontré!» Sólo que en griego, claro está: «¡Eureka! ¡Eureka!» Y esta palabra se utiliza todavía hoy para anunciar un descubrimiento feliz. Llenó de agua un recipiente, metió la corona y midió el volumen de agua desplazada. Luego hizo lo propio con un peso igual de oro puro; el volumen desplazado era menor. El oro de la corona había sido mezclado con un metal más ligero, lo cual le daba un volumen mayor y hacía que la cantidad de agua que rebosaba fuese más grande. El rey ordenó ejecutar al orfebre. Arquímedes jamás pudo ignorar el desafío de un problema, ni siquiera a edad ya avanzada. En el año 218 a. C. Cartago (en el norte de África) y Roma se declararon la guerra; Aníbal, general cartaginés, invadió Italia y parecía estar a punto de destruir Roma. Mientras vivió el rey Hierón, Siracusa se mantuvo neutral, pese a ocupar una posición peligrosa entre dos gigantes en combate. Tras la muerte de Hierón ascendió al poder un grupo que se inclinó por Cartago. En el año 213 a. C. Roma puso sitio a la ciudad. El anciano Arquímedes mantuvo a raya al ejército romano durante tres años. Pero un solo hombre no podía hacer más y la ciudad cayó al fin en el año 211 a. C. Ni siquiera la derrota fue capaz de detener el cerebro incansable de Arquímedes. Cuando los soldados entraron en la ciudad estaba resolviendo un problema con ayuda de un diagrama. Uno de aquellos le ordenó que se rindiera, a lo cual Arquímedes no prestó atención; el problema era para él más importante que una minucia como el saqueo de una ciudad. «No me estropeéis mis círculos», sé limitó a decir. El soldado le mató. Los descubrimientos de Arquímedes han pasado a formar parte de la herencia de la humanidad. Demostró que era posible aplicar una mente científica a los problemas de la vida cotidiana y que una teoría abstracta de la ciencia pura —el principio que explica la palanca— puede ahorrar esfuerzo a los músculos del hombre. Y también demostró lo contrario: porque arrancando de un problema práctico —el de la posible adulteración del oro— descubrió un principio científico. Hoy día creemos que el gran deber de la ciencia es comprender el universo, pero también mejorar las condiciones de vida de la humanidad en cualquier rincón de la Tierra.


Esta misma historia también la cuenta Carel Kapec en sus Apócrifos, aunque de otro modo más literario. Me da un poco de vértigo pensar que la entrada de Kapec del blog es nada menos que de 2008, pero vamos, en general me gusta verlo.

El ejercicio de hoy es añadir un capítulo a Momentos estelares de la ciencia o escribir una versión en forma de mircrorrelato de la vida de Arquímedes.




sábado, 1 de agosto de 2015

Historias de sillas




La historia de sillas de Silvio sigue estando en mi guitarra (versión cutre, evidentemente, pero no es la peor) y en el cuaderno que le fotocopié a Consuelo. El final me encanta:


El que tenga una canción tendrá tormenta

el que tenga compañía soledad

el que siga buen camino tendrá sillas

peligrosas que lo inviten a parar

Pero vale la canción buena tormenta

y la compañía vale soledad

siempre vale la agonía de la prisa

aunque se llene de sillas la verdad



Pura paradoja, como la vida. Estoy escribiendo una historia de sillas que me ha ocurrido los últimos días. Os la paso cuando quede a mi gusto, pero mientras podéis escribir la vuestra. Seguro que tenéis una buena historia de aquella silla en la que os sentasteis o en la que no...

miércoles, 29 de julio de 2015

A veces la noche



A veces la noche se esparce como un manto que te abraza con su densa oscuridad, te inmoviliza, te paraliza, hasta congelarte en negro.
A veces la noche cae como un mazo, como ese día de noviembre de 1916 en que Emile Verhaeren resbaló al bajar del tren y fue atropellado por otro tren que pasaba.
A veces la noche permanece infinita. Infinita hasta que llega el sol otra vez, implacable.


Tinieblas.
Ténèbres, Emile Verhaeren (1855-1916)

La Luna, con su atento y glacial Ojo,
observa al crudo invierno entronizado,
vasto y pálido sobre la tierra yerma;
La Noche se agita en traslúcidos azules;
El Viento, con súbita presencia, nos apuñala.

A lo lejos, sobre el horizonte, danzan
los ondulantes senderos del hielo;
se los ve a la distancia, perforando el llano,
Y las Estrellas de Oro, suspendidas en el éter,
siempre más alto en la Oscuridad,
desgarran cruelmente el azul del cielo.

Los campesinos tiemblan en las planicies de Flandes,
cerca de los brezos, de los antiguos ríos,
y de los grandes Bosques;
entre dos lívidos infinitos, estremeciéndose de frío,
agrupándose junto a las viejas chimeneas,
removiendo las cansadas cenizas.



Escribe si te apetece algo que tenga que ver con la noche, las tinieblas, la oscuridad, la luz, lo que quieras.

domingo, 19 de julio de 2015

Historias de verano


En verano estoy más abierto a hacer cosas distintas a las que hago habitualmente. Por ejemplo, si hace una calor horrible y en una tienda pone: "pasa a tómate una galleta italiana y te invitamos a una bebida fresquita", es probable que pase, aunque sea sólo por la sed. Ya sé que compraré las galletas, pero es que yo quería comprarlas. El zumo de mango con hielo y una pajita, divino.


Bueno, el caso es que yo buscaba un botijo. Algo que habitualmente uno sólo compra en verano. Quizá es por eso que no sólo yo hago cosas distintas en verano. Será el calor. Busqué en Internet y encontré una pista muy buena en los comentarios de esta página. También aprendí muchas cosas de botijos y supe incluso de la existencia de algo llamado la botijopedia. Pero yo quería moverme y dejar de leer sin importarme mucho la ola de calor, así que miré los sitios donde podían vender mi botijo y había tres en un radio de quinientos metros más o menos. El primero de la lista era el de la calle Atocha. Ferretería García, junto a Antón Martín. Una ferretería de las antiguas, con una señora mayor, y digo mayor porque ya tenía la edad de jubilarse, pero seguía allí, vendiendo de todo con su teléfono de cable en la oreja. Mala suerte. Si hubiera encontrado mi botijo a la primera la historia no habría tenido gracia. "Pues no me quedan. Esta mañana ha venido el camión, pero no ha podido aparcar. Mañana me los traen. Los vendo por 14, pero a ti te lo dejo por 13".


Ya lo tenía, pero había que esperar y yo no quería esperar. Caminé hacia Huertas pero llegué a una cacharrería que estaba cerrada y con pinta de no abrir más. Di la vuelta hacia la calle Imperial, justo al lado de la Plaza Mayor, y "La gran hojalatería" tenía el mismo aspecto. Pensé que debía rendirme y esperar hasta mañana, pero me entretuve mirando la cola que salía de la alpargatería Hernanz. Una mujer le explicaba a otra el motivo: "sí, tienen las alpargatas de siempre a 7€ y luego mucha variedad de modelos de fantasía, por eso..."


Yo ya tengo mis alpargatas negras de toda la vida de 7€, y no quería unas de fantasía, seguía queriendo un botijo, así que di una vuelta por ahí y vi una tienda de tontunas de recuerdo para guiris. Entré y había dentro trabajando dos marroquíes. Cuando me preguntaron les dije que si tenían un botijo. "¿Botijo? ¿qué es un botijo?". Pues anda, que trabajando aquí, tenías que saberlo, pensé y les expliqué. Nada, pero me mandaron a una tienda en la calle Toledo que resultó ser una tienda de cuero, cerámica y demás artesanías turcas. Entré sin mucha fe, la verdad, y me tocó explicar otra vez lo que es un botijo. Omití lo de la ecuación de la evaporación del agua a través de los poros del barro cocido, todo sea dicho.
Daba mi botijo por perdido y pensé que la paciencia es una gran virtud. Sería por el calor. Pero levanté la vista y vi esto:


"Droguería el Botijo" desde 1754. Era una droguería. O sea, que seguro que no tenían botijos, pero si estaban ahí desde hacía más de 250 años, a lo mejor sabían algo. Entré y me atendió una veinteañera muy agradable que miró a su madre inmediatamente cuando le pregunté por mi botijo mientras me contestaba: "Sólo tenemos el de la puerta". La madre sabía más. Las madres saben más, aunque a veces se lo guarden, y me dijo que Juan se había trasladado y que estaba en la calle Mediodía grande. Me dio una tarjeta.


Llegué y allí estaba Juan con su pinganillo, mandando no sé qué no sé dónde. Nada más entrar había como quince botijos. El problema es que en mi cabeza yo me lo había imaginado blanco y todos eran de color terracota o rojo turco que dice una amiga. Eran bonitos. Muy bonitos. Pero como ya he dicho, lo había imaginado blanco. Juan dejó el teléfono y me dijo que el marrón se ensucia menos y que enfría igual. Me dijo que probara el suyo. El agua estaba muy rica y elegí mi botijo. Me explicó cómo curarlo con anís y ya he terminado el proceso. El agua está muy rica, muy muy rica. Creo que me lo llevaré de vacaciones.


En los comentarios podéis contar vuestras historias de verano.

domingo, 12 de julio de 2015

Javier Krahe




Escuchad la canción y disfrutad.

Ésta es la sencilla historia de un hombre que se encuentra con su ex y contradiciendo los mandatos de la civilización se enrolla con ella en plena calle y se lía la de dios. Como he puesto "dios" con minúscula, espero que no me demanden los que tienen un dios de verdad con mayúscula, los mismos que denunciaron a Krahe por lo de cocinar un cristo.

Me entristece que Javier Krahe haya muerto. Tiene la edad de mi padre y en cierta medida pertenece desde hace años a mi genealogía. A tu padre no lo puedes elegir, pero sí puedes elegir a la gente que admiras. Yo admiro a mi padre, pero también admiro a Krahe.

Ahora mismo hablaría de duelo, pero creo que no lo haré. Prefiero hablar de algunos de mis recuerdos en los que sale Krahe:

  • En casa de Javi Vecino. Teníamos trece años y con el radiocassette grabábamos el ruido de la cisterna del water. Le habían dejado una cinta y me quiso engañar diciendo que la había grabado un primo suyo. Era la cinta de "La Mandrágora" y yo no pude olvidarme ya de Marieta. Además, ¡En la canción decían "gilipollas"!, algo muy importante para un niño de 13 años.
  • En el camino de Santiago, cuando le enseñamos español a Remco con la canción de Los caminos del Señor. Se la aprendió entera, verso por verso. Él es holandés y por aquel entonces hablaba poco español, pero la versión con una pronunciación algo germánica quedaba muy graciosa en los llanos castellanos camino de León y Galicia.
  • En la Valvanerada, caminando una noche de perros, lloviendo casi sin parar, y nosotros cantando Villatripas para conjurar el frío y los pies mojados.
  • En Navidad con Blanca en el Café Central donde no era la primera vez.

Dejémoslo así y dejemos que Sabina vuelva a llamarle, como al principio de Marieta, en el enlace que os puse antes:

-Javier, que tienes que grabar un disco


El ejercicio de hoy es escribir sobre Krahe o sobre alguien a quien admiréis. Os dejo hueco aparentemente infinito en los comentarios.

miércoles, 8 de julio de 2015

Terapias



Cada cual arrimará el ascua a la terapia que practica, pero lo único cierto es que los humanos somos frágiles y que a veces necesitamos dejar de hacer como si no pasara nada.

A este respecto me ha encantado un poema de Miguel Martínez y lo pienso enmarcar para mi consulta:


Masaje

A principios del siglo XXI un fantasma recorre Europa
es el fantasma del método Pilates
media Europa se abandona al menos dos veces al mes
en las manos blancas y veloces de su fisioterapeuta
el viejo mundo se ha convertido en un spa.
hoy se puede ir de Cádiz a Estocolmo
parando cada día en un centro de masajes
se reproducen como conejos las clínicas de osteopatía

Será por eso
cada vez nos duele más el cuello
de tanto mirar para otro lado.



La terapia de hoy es pensar en esto y escribir en los comentarios sobre el tratamiento que queráis o sobre mirar para otro lado o sobre las dos cosas a la vez.

miércoles, 1 de julio de 2015

Me gusta cuando...



Hace mucho tiempo la propuesta era cocinar el poema XV o jugar con él y con otro de Cernuda.
Hoy el juego es muy sencillo y nada original, porque el mundo y el Twitter están llenos de ejemplos, pero eso no hace que jugar sea menos divertido.

Sólo hay que empezar la frase así:

"Me gusta cuando..."

y luego terminarla

Por ejemplo:

Me gusta cuando ríes, porque estás como contenta.


Os dejo hueco debajo, en los comentarios.

miércoles, 24 de junio de 2015

Cómo ser escritor y no morir en el intento


Alguna vez os he dicho lo que pienso al respecto. Creo que escribir es un oficio en el que, independientemente de las capacidades previas, como en todo oficio, uno mejora si no para de practicar. Da igual que escribas cartas, poemas, relatos, novelas, tuits, blogs. Lo importante es escribir, leer -si es posible de los buenos- y ser crítico y entusiasta.

De todos modos, para aprender más, siempre se pueden hacer otras cosas y jugar es una de ellas. Os dejo este juego de cómo ser un escritor para que paséis un rato y nos contáis en los comentarios:

jueves, 18 de junio de 2015

Apágame, según Rilke



Rilke tiene mucho que enseñar, muchísmo.
Hoy me he perdido un rato en la red de relaciones que une a Lou Andreas-Salomé con Nietzsche, Freud y Rilke. Muy interesante. Ya os contaré otro día.

Hoy el ejercicio que os propongo es muy simple. Empezar un texto con esta palabra: "Apágame"




domingo, 7 de junio de 2015

Cyrano 2015


Una vez me pasó algo flipante. Una paciente debía comunicar algo importante a un familiar y no sabía cómo, y sin saber nada de mi relación con Cyrano me pidió:

¿Por qué no me escribes tú algo?
Hazme de Cyrano

Muy bueno fue también lo del Día del libro, que una chavala me pidió un poema y, con el resultado en la mano, ella lloró y a mí se me pusieron los pelos de punta. Parece fácil. ¿Verdad?



En fin. En el Maratón volverá a estar Cyrano, como todos los años a vuestra disposición el viernes 12 y el sábado 13 a partir de las 19 h. Escribiremos los poemas y los relatos que nos pidáis o, al menos, lo intentaremos.

Hoy os pido que me escribáis un poema o una historia en los comentarios, pero no me escribáis a mí, escribidle a Cyrano. Él os da las gracias por adelantado.

(Para los muy observadores, esta ilustración no es exactamente la misma que colgué el año pasado en relacion con Cyrano. Ésta es la mía, que ya tiene años y por fin he decidido enmarcarla)

miércoles, 3 de junio de 2015

El final de El Quijote



Cuando he leído el capítulo final de "El Quijote", me ha parecido nuevo. No lo recordaba, la verdad.

Las historias de "El Quijote" la he contado o escuchado muchas veces y sin embargo, son muy pocas las veces que las he leído. Eso pasa con todo lo que se convierte en cultura, que sale a todas horas sin que apenas nadie se moleste en leer el documento original. No os voy a recordar lo importante que es leer "El Quijote" y mucho menos este bendito año del 400 aniversario de la publicación de la segunda parte. Ya os habrán martirizado con eso. Hoy vamos a hacer algo al menos tan importante como leerlo. Vamos a jugar con él.

Por ejemplo, mi versión del final de "El Quijote" sería ésta:

Como la locura de Alonso Quijano era genuina, no resultaba abordable desde la razón. No hubo forma de convencerlo ni de retenerlo en cierto lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque los expertos dicen que podría ser Villanueva de los infantes. Siendo así, el cura y el barbero idearon el plan se aliarse con su delirio y, desde dentro, traerlo de vuelta. En un primer intento lo enfrentaron al Caballero de los Espejos, pero Quijote lo derrotó y continuó su periplo. Por fin volvieron a disfrazar a Sansón Carrasco de caballero, y nada menos que en las playas de Barcelona, el Caballero de la Blanca Luna derrotó a Don Quijote en duelo singular. Como el caballero de la triste figura se había comprometido a regresar si perdía en la justa, su locura obedeció y vino a morir a casa, para tristemente recuperar la cordura y expirar.

La verdad, no me gusta que acabe bien, o bien cuerdo, debería decir. A todos nos gustaba más loco y vivo que cuerdo y muerto. Esto es algo que ocurre mucho, ¿verdad?

Pues si queréis jugar, contadnos alguna historia del Quijote en los comentarios.

Vale.