domingo, 27 de septiembre de 2015

La amistad



Cuando era un chaval era fan absoluto de Hermann Hesse. Debía tener 16 ó 17 años cuando leí Siddharta y después ya no paré: Demian y El lobo estepario, alguno más que no recuerdo, y para rematar, en un ataque de furia de estudiante leí enterita la traducción al inglés de El juego de los abalorios, todo sea dicho, sin terminar de entender bien de qué iba. Vaya, hasta recuerdo el título en inglés sin pensarlo, pero aquello fue un error.

A pesar de aquel error mío, os tengo que decir que Hesse es maravilloso y pude confirmarlo hace un par de años cuando releí Siddharta. Sigue siendo lo mejor.
Supongo que la solución no es marcharse de la casa del padre y no volver, pero con Siddharta se vive mucho y se aprende mucho y sobre todo, uno se queda con la certeza de que siempre va a tener todo que aprender.

Ahora estoy leyendo la biografía de Hesse que escribió su amigo Hugo Ball cuando Hesse tenía 50 años. Es muy interesante, pero lo que me ha llamado más la atención es la amistad que existió entre Hesse y Stefan Zweig a lo largo de 35 años. De este hecho aparentemente sin importancia queda parte de la correspondencia que se ha publicado en España hace poco.
Su relación comienza con esta carta que escribe Hesse a Zweig desde Basilea en enero de 1903:

Muy estimado señor:

¡No se asuste usted porque, ahora, de repente, le aborde con un saludo y una petición! Adjunto a esta carta encontrará usted mi librito Gedichte [Poemas], que contiene, entre otras cosas, una traducción de Verlaine. Si algo en este libro resultara de su agrado, le ruego encarecidamente que me regale en reciprocidad su libro sobre Verlaine (los poemas suyos ya los tengo). Me haría muy feliz poseer ese hermoso volumen con una línea de dedicatoria escrita de su puño y letra.
Me proporcionará usted una alegría enorme. Soy ridículamente pauvre y me veo obligado a ir mendigando mis contentos acá o acullá. En esa empresa, sin embargo, he encontrado siempre, por azar, muchos amigos queridos, como su compatriota Schaukal, por ejemplo. ¿Tendré la misma suerte con usted?
¿O no?
Le saluda afectuosamente, su devoto servidor,


Hermann Hesse


Las primeras páginas del libro las tenéis aquí.


La amistad es algo importante, muy importante. Querer a alguien y sentirse querido y comprendido por él durante décadas es algo que da valor a la propia vida. Y esto es algo muy necesario, sobre todo para personas cuya profesión es de riesgo en lo que respecta a su salud mental. Hesse y Zweig, por ejemplo, abogaron siempre por la hermandad de los pueblos y los hombres, una idea no muy popular en la Europa de pricipios del siglo XX.

Al menos ellos consiguieron mantener su amistad y establecer una hermandad que no se agotó, aunque el mundo se hundiera como atestigua esta frase que es la última que escribió Hesse a Zweig:

"En ocasiones la amargura nos impregna como el agua a la esponja"


El ejercicio de hoy es que escribáis algo sobre la amistad o sobre Hesse. Tema abierto, como veis.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Todo y/o nada

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José Hierro pasó literalmente años en un bar que había cerca de su casa. Allí leía y allí escribía y cuando murió, según cuenta Jesús Marchamalo, pusieron una placa que dice "Aquí escribe sus poema José Hierro". Así es la vida, o te ponen una placa o no te la ponen, o te quieren o no te quieren. A veces hay que elegir y elegir quedarse es todo y no elegirlo es nada. La ausencia palpable de universos paralelos es trágica y nos tenemos que quedar con todo o con nada y eso duele, a veces para siempre. Pero no quiero meterme también en el pantano del siempre/nunca. Volvamos al tema de hoy con un poema de José Hierro:

Vida

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.


El ejercicio que os propongo es escribir algo donde digáis muchas veces "todo" y/o "nada" y si puede ser que encontréis alguna solución.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Mendel el de los libros



La ocupación oficial de Jakob Mendel era la de vendedor ambulante, pero en realidad, como no pudo montar un negocio de compra-venta de libros por sus escasos recursos, simplemente se acogió a ese supuesto. Mendel lo sabía todo de los libros y a él acudían en busca de consejo y de ejemplares estudiantes, bibliófilos y coleccionistas de todo el país. Por desgracia, Mendel fue víctima del deterioro moral que determina una guerra y del aislamiento que supone para los que no creen en la violencia. Además, el problema más grave era que Mendel sólo tenía ojos para los libros, “fuera de sus libros nada le alegraba ni le preocupaba” y ya se sabe que en una guerra lo primero que se pone en cuarentena para luego quemarlo es el derecho de reunión, los libros y la ética.

No os cuento más y os recuerdo que no hay peor spoiler que el que anuncia que es un spoiler, porque si no lo adviertes, puedes colar lo que sea, que uno luego se olvida o no le da importancia. Por las dudas, la historia completa de Mendel está aquí. Os la leería, porque la voz mecánica es incómoda, pero es mucho trabajo y ya quiero pasar a otro libro.

De todos modos, dentro de las posibles respuestas a la última propuesta del blog, Por eso escribo, está esta frase del libro:

"los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido."

Tal vez sea muy ambicioso.

Os quiero pedir un favor. Ya que ha pasado mucho tiempo y no puedo consultar a Mendel acerca de los libros de su creador, me gustaría que vosotros me contarais cosas de los libros de Stefan Zweig. Os podría contar que es para un amigo, pero es para mí.

Gracias.